Esteban Barahona Jiménez

Máster en Dirección de Proyectos – La Salle BCN – ULL

Director Comercial y de Gestión de Procesos, Universidad Autónoma de Chile

 

 

La transformación digital, los cambios demográficos y la globalización están redefiniendo los perfiles laborales requeridos en el mundo. En América Latina, estos procesos se enfrentan además a desafíos estructurales como la baja productividad, la desconexión entre educación y empleo, y una persistente brecha de habilidades. Para superar estos retos, se vuelve crucial fortalecer la formación de competencias laborales pertinentes, con una mirada estratégica que articule a universidades, empresas y gobiernos.

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), América Latina exhibe una baja productividad en comparación con economías desarrolladas, lo cual limita su crecimiento económico y la calidad del empleo (OIT, 2023). Esta brecha se refleja claramente en el PIB per cápita por hora trabajada, indicador que evidencia cómo los países con mayor formación terciaria tienden a ser también los más productivos. En efecto, CEPAL (2022) advierte que la falta de competencias impide el desarrollo de nuevos negocios en la región y es una de las principales dificultades para cubrir vacantes, particularmente en países como Argentina y Chile.

En este contexto, la formación de personas no debe entenderse como un gasto sino como una inversión estratégica; es decir, formar personas es formar ventaja competitiva. El 60% de los trabajadores a nivel mundial necesitarán algún tipo de capacitación antes de 2027 según el Future of Jobs Report del Foro Económico Mundial (WEF, 2023), lo cual hace ineludible el impulso de estrategias de reskilling y upskilling alineadas con las necesidades del mercado.

La digitalización ha acelerado estos desafíos y oportunidades. Tecnologías como la inteligencia artificial, la computación en la nube y el big data figuran entre las más adoptadas por las empresas, lo que redefine no sólo los perfiles laborales, sino también la forma en que se aprende. La educación del pasado —basada en contenidos estáticos y desconectados del entorno productivo— ya no responde a las exigencias del presente. Por ello, resulta urgente repensar los métodos pedagógicos y las alianzas estratégicas en el ecosistema formativo.

Entre las metodologías más efectivas para el desarrollo de competencias en entornos dinámicos destacan el aprendizaje basado en proyectos, el trabajo colaborativo, la simulación y el aprendizaje activo con tecnología. Estas metodologías permiten integrar habilidades técnicas y socioemocionales, tan valoradas por los empleadores en la actualidad. No obstante, reducir la brecha de habilidades no es únicamente responsabilidad del mercado laboral; se trata de una tarea compartida entre el sistema educativo, el sector productivo y el Estado.

La educación superior juega un rol central en esta transformación. Las universidades no sólo deben actualizar sus planes de estudio sino también fortalecer su vinculación con el entorno productivo. Ejemplos exitosos de colaboración industria-academia demuestran que es posible co-diseñar programas pertinentes, fomentar la investigación aplicada y promover la empleabilidad en sectores estratégicos. Cuando la oferta académica se alinea con las demandas reales del mercado, no sólo se mejora la competitividad empresarial, sino que se convierte a las universidades en agentes estratégicos del desarrollo económico y social (CEPAL, 2022).

El enfoque STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) aparece como uno de los motores clave para la productividad del futuro. La economía digital exige competencias como el pensamiento computacional, la analítica de datos, la automatización de procesos y la sostenibilidad. Sin embargo, América Latina aún muestra rezagos en la formación de estos perfiles. A pesar de que más jóvenes acceden a la educación superior, los programas no siempre responden a las necesidades del aparato productivo. Esta desconexión limita la capacidad de la región para insertarse de manera competitiva en la economía global.

En conclusión, el desarrollo de competencias laborales en Latinoamérica requiere una visión sistémica e innovadora. La digitalización y el cambio tecnológico ofrecen una ventana de oportunidad, pero también exigen una respuesta rápida y coordinada. Las universidades, los gobiernos y el sector privado deben actuar conjuntamente para generar una oferta formativa pertinente, flexible y alineada con las tendencias globales. Sólo así se podrá reducir la brecha de habilidades, impulsar la productividad y promover un desarrollo económico sostenible en la región.