Patricio Navia Lucero

Sociólogo, cientista político

Profesor de Estudios Liberales, Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Universidad de Nueva York, Estados Unidos

 

 

Ahora que las reglas y la estructura del comercio multilateral están siendo rediseñadas producto de la disruptiva política comercial impulsada por el gobierno estadounidense, resulta esencial aprovechar rápidamente las oportunidades que este nuevo escenario presenta. Hay que entender hacia dónde soplan los vientos y diseñar estrategias que permitan aprovechar las nuevas oportunidades que presenta esta disruptiva y zigzagueante reformulación de las reglas que regirán el comercio internacional en los próximos años.

Desde mediados de la década de los 80, y en especial desde el retorno de la democracia en 1990, Chile adoptó una política de Estado favorable al libre comercio y a la eliminación de aranceles a las importaciones. La promoción de acuerdos de libre comercio con decenas de países en el mundo fue uno de los legados más importantes de las dos décadas de gobiernos de la Concertación. Aunque estas políticas tuvieron impacto disruptivo en Chile al llevar a la desaparición de varias industrias productivas en el país, los beneficios del libre comercio superaron con creces los costos. Los consumidores chilenos se acostumbraron a tener acceso a mejores productos y servicios a precios más reducidos. A su vez, los productores del país se vieron obligados a ser más competitivos. Aquellos productores que lograron mejorar su competitividad pudieron también salir con sus productos y servicios a conquistar nuevos mercados.

La guerra comercial que ha desatado Estados Unidos ha alterado la estructura que regula el comercio internacional y que se desarrolló a partir del fin de la guerra fría en 1990. Chile, que entonces también vivía una transición política, supo aprovechar las nuevas oportunidades. Hoy, que las políticas comerciales del gobierno estadounidense están derrumbando el statu quo de la estructura comercial internacional, Chile puede volver a aprovechar las oportunidades que presenta este nuevo orden mundial—más inestable y por lo pronto también algo impredecible—que se comienza a dibujar.

El horizonte de nuestro país para navegar estas aguas turbulentas debe ser el pragmatismo y, parafraseando las sabias palabras del Presidente Patricio Aylwin, la promoción del libre comercio “en la medida de lo posible”. En un escenario que el resto del mundo parece tornarse más proteccionista, Chile debe ajustarse a la nueva realidad. El proteccionismo alimenta la competencia desleal y la protección de industrias poco competitivas en países más poderosos. En algunas industrias y sectores, Chile deberá adoptar algunas barreras que protejan sectores contra la competencia desleal.

En tanto el mundo parece encaminado a un conflicto comercial prolongado entre China (nuestro principal socio comercial) y Estados Unidos (nuestro aliado político histórico más importante), Chile deberá ser cuidadoso para no enemistarse con ninguna de las partes. Por eso mismo, es crucial ser flexible para evitar quedar atrapado en alguna de las trincheras.

Finalmente, como el mundo parece encaminado a fortalecer los bloques regionales, Chile debe avanzar en integración de infraestructura y comercio con países vecinos y con la región. Precisamente porque hemos desarrollado industrias competitivas, Chile puede beneficiarse mucho al promover mayor integración con países vecinos, especialmente si los vientos internacionales devienen en tempestad.

De poco sirve lamentarse por las malas decisiones que pueden tomar los gobiernos de los países más poderosos del planeta. Para un país de tamaño mediano en el mundo como Chile, el desafío más importante es ser de los primeros en aprovechar las oportunidades que se producirán en este nuevo escenario. No es un desafío fácil, pero sí es un desafío que en el pasado pudimos enfrentar de forma exitosa.